Los yates a motor convencionales funcionan con motores diésel o de gas. Además, disponen de uno o incluso dos generadores a bordo para suministrar electricidad a todos los electrodomésticos. Por eso, en función del tamaño del yate, se utilizan un total de 3 o 4 motores diésel para la propulsión y suministrar electricidad a los electrodomésticos.
Los veleros también necesitan un motor diésel. En función de la zona en la que se realicen las operaciones y de las condiciones meteorológicas y de viento, se necesitará un motor diésel además de las velas para la propulsión de la embarcación. Al anclar el barco en una bahía tranquila, los generadores también garantizan el suministro de electricidad a los electrodomésticos que se encuentran a bordo. De hecho, los veleros tienen una configuración de motor muy similar a la de un yate a motor, sólo que menos potente, por lo que un catamarán de vela de 80 litros tiene siempre 2 motores diésel para la propulsión y 2 generadores diésel. En comparación, un yate Silent eléctrico sólo requiere un generador diésel, lo que reduce significativamente el mantenimiento necesario y los costes.
Como la mayoría de los yates utilizan gas para cocinar, las llamas expuestas no solo calientan el interior, sino que también suponen una amenaza inminente. Además, en muchos yates los consumibles, como el agua y la energía, se gestionan de forma que obligan al capitán a visitar un puerto deportivo cada dos o tres días para cargar las baterías y comprar agua para ducharse y beber. Por el contrario, un yate Silent es autónomo y autosuficiente; lo que elimina la dependencia de puertos y marinas, ya que un Silent produce por sí solo la energía y el agua que necesita con energía solar.
Por último, un barco de propulsión convencional tiene una autonomía de entre 300 y 500 millas náuticas antes de tener que recargar el motor diésel. Naturalmente, el uso de un motor de combustión también va acompañado inevitablemente de ruido, gases de escape y películas aceitosas en el agua.
En comparación, un yate Silent puede cruzar océanos y permanecer en una bahía durante meses almacenando la energía generada a través de los paneles solares en baterías de gran capacidad. Esta energía eléctrica se utiliza para la propulsión y también para hacer funcionar todos los electrodomésticos que se encuentran a bordo. Todo ello se produce de forma totalmente silenciosa, sin vibraciones ni contaminación, al tiempo que ofrece la posibilidad de tener una autonomía prácticamente ilimitada.